"Las personalidades son como cuadros impresionistas. A cierta distancia, cada persona parece hecha de una pieza; desde más cerca, constituye un desconcertante entramado de estados de ánimo, cogniciones e intenciones" (Theodore Millon)



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jueves, 8 de octubre de 2009

Nueva polémica sobre el tratamiento de agresores de pareja

Hace unos días surgía una noticia, aparentemente novedosa y progresista, que afectaba a las modalidades de intervención con agresores en comunidad (penados pero sin ingreso en prisión). El proyecto, desarrollado por Instituciones Penitenciarias junto a asociaciones de víctimas, proponía modificar las actuales sustituciones de condena por trabajos para la comunidad (como limpiar jardines), por intervenciones terapéuticas orientadas realmente a la modificación de aquellos factores que impulsan a un sujeto a comportarse de forma violenta con su pareja.

Con el supuesto beneplácito de asociaciones de víctimas, se planteaba la posibilidad de incluir en las intervenciones la participación de víctimas reales. Una forma sin duda efectiva de confrontar al agresor con las consecuencias de su comportamiento y una manera de desarrollar la empatía y tratar de “reconciliar” (de forma abstracta y genérica) a víctimas y agresores (como puede ocurrir al aplicar la medicación penal).

Unos días después, y por lo que parece presionados por agrupaciones feministas, Instituciones Penitenciarias en nuevas declaraciones afirma que en ningún caso participarán víctimas reales (no sabemos si modificando el objetivo inicial del proyecto o en respuesta a la tergiversación del mismo desde el entorno periodístico). Supongo que se deberá seguir tratando a los agresores de forma “in vitro” (alejados de su fuente de conflicto real) y utilizando recursos cinematográficos como “Te doy mis ojos” que, pese a ser impactantes para la mayoría de nosotros, pueden no serlo tanto para agresores y en ningún caso pueden reflejar la total realidad del sufrimiento de una víctima.

Una vez más, la presión de determinados grupos sociales parece interponerse al desarrollo y la aplicación de técnicas basadas en la evidencia (pese a que también se deba demostrar la efectividad de las propuestas, suponiendo que el proyecto estuviese basado en evidencias empíricas y no en impulsos personales). En algunas ocasiones, deberíamos hacer más caso a la ciencia y menos a nuestros corazones. Nos quedan las noticias para que podamos reflexionar.

El País 3 de Octubre de 2009

ABC 5 de Octubre de 2009

EuropaPress 7 de Octubre de 2009

sábado, 3 de octubre de 2009

Los hombres también pueden ser víctimas

Muchos de los que investigan la violencia que se ejerce en las parejas tratan de abrirnos los ojos sobre la existencia de realidades diferentes al prototipo hombre-agresor/mujer-víctima. El alcance de estas propuestas políticamente incorrectas es pequeño y muchas veces se ven acalladas por las demandas de determinados grupos sociales a quienes conviene mantener oculta esta problemática.
Sabemos que es menos frecuente y en ocasiones menos grave, pero no por ello deja de existir y la negación de su existencia implica ignorar a las víctimas de estos fenómenos violentos a los que la sociedad no quiere prestar atención ni ayuda.
La violencia en la pareja, no es cuestión de género, o al menos, el género (y por extensión la violencia de género) no es único y no puede equivaler a que el hombre sea el agresor y la mujer la víctima. Víctimas y verdugos pueden ser de ambos sexos y este tipo de violencia se da también en relaciones homosexuales.
Políticas y reformas legales como las recientemente desarrolladas no hacen sino contribuir a mantener desigualdades sociales, entiendo que en un intento por devolver a la mujer lo que en siglos anteriores se le había robado.
Los problemas no se solucionan cerrando los ojos frente a ellos. De momento os dejo estos dos textos sobre el tema, disponibles en madriddiario.es, que demuestran cómo algunas víctimas son menospreciadas por la “justicia” y cómo la ansiada igualdad se ha convertido en desigualdad e ignorancia.


Los hombres maltratados carecen de recursos públicos
09-09-2009 - Celia G. Naranjo

Los hombres, que suponen una de cada cuatro víctimas mortales de la violencia doméstica, no tienen ningún recurso público específico al que acudir para denunciar su situación o buscar ayuda.
Los últimos datos, aportados por el Consejo General del Poder Judicial, se refieren a 2008 y hablan de 31 hombres muertos por violencia intrafamiliar o doméstica en España, lo que supone una de cada cuatro víctimas que se cobra este fenómeno.

Sin embargo, y pese a que las instituciones se han esforzado por proteger al otro 75 por ciento, las mujeres, con una Ley Integral aprobada por unanimidad e innumerables recursos —pisos tutelados, preferencia a la hora de acceder a vivienda protegida o a ayudas económicas, asesoramiento legal, atención psicológica, etcétera—, no hay nada análogo para los hombres que atraviesan su misma situación.

Hombres (y mujeres) maltratados (Cecilia C. Naranjo)
Siempre me he sentido feminista. Las injusticias que persisten en nuestra sociedad, como la discriminación laboral, la negativa de algunos hombres a compartir —que no ayudar— las tareas del hogar, los prejuicios sexuales y demás diferencias hacia las mujeres deberían estar condenadas a la extinción. En teoría, es así, pero todos conocemos casos concretos de machismo. Y qué decir de la violencia contra las mujeres, la peor de todas las manifestaciones misóginas que cientos de féminas continúan sufriendo en sus carnes. Nunca se condenará, ni se combatirá, lo suficiente.
Pero ¿qué pasa con los hombres? ¿Es que siempre son verdugos, y nunca víctimas? Las estadísticas demuestran que no. Que a veces, ellos también sufren violencia, y en ocasiones a cargo de mujeres. Y en 2008, nada menos que una de cada cuatro víctimas mortales de la violencia doméstica, o intrafamiliar, fueron varones.
He aquí el problema. La igualdad, esa palabra que acude tan rápido a la boca de quienes se declaran en contra del machismo, no siempre está bien entendida. La ley no se aplica igual a ellos que a ellas cuando se trata de agresiones de pareja. Y, si bien es cierto que la mayor parte de las veces es la mujer quien la sufre, no lo es menos que los hombres merecen la misma protección que ellas cuando atraviesan una situación así. Aunque solo hubiera un caso entre mil millones, debería tratarse exactamente igual. La distinción debería ser entre víctima y verdugo, sin matices por razón de su sexo.
¿O es que la igualdad se consigue a base de restar al que le sobra, y no de sumar al que le falta?